Los bancos centrales de todo el mundo se están inclinando cada vez más hacia la adopción de monedas digitales, lo que sienta las bases para un nuevo paradigma en la gestión de la política monetaria. Los últimos hallazgos del Banco de Pagos Internacionales (BIS) indican que una mayoría significativa, específicamente el 94% de los bancos centrales participantes, están explorando activamente la idea de crear versiones digitales de sus monedas nacionales. Esto marca un notable aumento desde el 90% reportado en 2021.
Es importante destacar que mientras las entidades financieras parecen estar más inclinadas a adoptar monedas digitales adaptadas para su uso dentro del sector financiero, un desarrollo interesante es el gran interés en cultivar monedas digitales minoristas que satisfagan las transacciones diarias para el consumidor promedio. Pionero en esta nueva frontera digital, China ha asumido un papel líder, con países como Nigeria y las Bahamas no muy lejos, ya que han lanzado sus respectivas monedas digitales.
La investigación del BIS también arroja luz sobre las consideraciones técnicas que los bancos centrales están evaluando, como la introducción de límites de retención, garantizar la interoperabilidad del sistema, facilitar las transacciones sin conexión y considerar la posibilidad de cuentas de moneda digital no remuneradas.
Estas posibles monedas digitales, conocidas como monedas digitales de bancos centrales (CBDC), están preparadas para redefinir cómo los bancos centrales interactúan con la economía, ofreciendo herramientas sofisticadas para la gestión económica que prometen brindar una mayor precisión y eficiencia. Sin embargo, el informe sugiere que las stablecoins, a pesar de su claro potencial, parecen enfrentar desafíos para ganar aceptación fuera de los círculos de criptomonedas.
Se sugiere que la aparición de las CBDC podría llevar a un cambio revolucionario en los sistemas monetarios, posiblemente liderado por las acciones de los bancos centrales de todo el mundo. El advenimiento de estas monedas simboliza más que solo innovación tecnológica; anuncia una era transformadora para la política económica y las finanzas globales.